viernes, 22 de mayo de 2009

Del castigo a la tortura (del eufemismo a la realidad) por Lina M. Sánchez C.

Preámbulo
La fotografía ha sido parte primordial para el registro de grandes acontecimientos mundiales. El right place – right time, por ejemplo, con el que Bresson capturó sus fotorreportajes, las tipografías que durante la Gran Depresión retrataba Sander, el polémico libro Krieg dem Kriege de Ernst Friedrich sobre las atrocidades de la Primera Guerra Mundial, el libro Los Comunistas en el que Rotchenko retrataba a los líderes soviéticos antes de que Stalin se tomara el poder; todos han denunciado y han puesto en evidencia ante el mundo, las verdades ocultas de los hechos más relevantes de la historia.

Actualmente, la noción de denuncia que la fotografía albergaba se ha tergiversado. Ahora las cámaras siendo más accesibles para el público, han adquirido una nueva función dentro de la comunidad, generando un nuevo tipo de fotografía: la de aficionado. Así que no es difícil imaginar, que precisamente por esa nueva categoría, los hechos realmente importantes que se capturan pasen a un segundo plano y lo relevante dentro de la imagen, se convierta en lo más trivial que pueda aparecer en ella. Adicionalmente, esa función que se le atribuye a la fotografía, proporciona para las personas la capacidad de relatar sus vidas; las comunidades virtuales son un claro ejemplo de este fenómeno social: ahora son más los que cuentan su historia real ejerciendo un papel protagónico, que pueda ser “reconocido” en la web.

Sin embargo, y pese a que el contexto real que se retrata en la fotografía puede pasar a un segundo plano debido al carácter protagónico y sensacionalista que se despliega de quien la captura o posa para ella, esta nueva categoría, que surge por un afán constante de mostrar la vida real, no es del todo inocente; de hecho, no surge de un modo ingenuo y siempre busca una intencionalidad, una provocación. Aunque la intención de quien captura la fotografía, como lo afirma Sontag en su libro Ante el dolor de los demás, no establece lo que realmente significa pues ésta “sólo tiene un lenguaje y está destinada en potencia de todos.” [1]

Durante la invasión a Irak en 2003 la prisión de Abu Ghraib fue utilizada para encarcelar a los llamados rebeldes por el gobierno de Estados Unidos. Hacinados en un espacio con capacidad para 700 recluidos, los 7000 iraquíes que subsistían en este lugar, eran constantemente torturados y humillados por parte de los sargentos que estaban a cargo de la prisión; y sin que bastase, estos hechos eran capturados por cámaras de los mismos soldados que estaban al mando. Sin mostrar alteración alguna por presionar el obturador, disparando el flash hacia hechos cotidianos, hacia el procedimiento ordinario de ejecución que los sargentos realizaban, tratando de anteponer la cultura occidental sobre otra, estos soldados estadounidenses reproducían imágenes como una bitácora que registra lo transcurrido en el día. Bitácora que desde que salió a la luz pública, se ha convertido en lo que, al parecer, los comandantes encargados de Abu Ghraib nunca habían contemplado: en denuncia.

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“Las intenciones del fotógrafo no determinan la significación de la fotografía, que seguirá su propia carrera, impulsada por los caprichos y las lealtades de las diversas comunidades que le encuentren alguna utilidad”[2]

En su más reciente documental, además de haber escrito un libro sobre el mismo tema, Errol Morris establece por medio de entrevistas a los sargentos implicados en los acontecimientos ocurridos en Abu Ghraib, una narración que contempla de manera profunda y exhaustiva la historia casi total –aunque no esencialmente verídica, puesto que la última palabra sobre este tema no ha sido, y tal vez no será, pronunciada- sobre el trato que los prisioneros iraquíes recibieron por parte de los soldados estadounidenses que estaban al mando.

Paradójicamente, era la censura militar la que durante la Primera Guerra Mundial, no permitía fotografiar la movilización. Ahora y hablando específicamente de Abu Ghraib, son los mismos militares los que capturan esta infamia. Haciendo una comparación entre el libro de Ernst Friedrich Krieg dem Kriege –del que habla Sontag en su libro- el cual retrata diez años después de finalizada la Primera Guerra Mundial, las atrocidades que dejó la guerra, con las fotografías tomadas en la prisión iraquí, se puede observar que a pesar de mostrar el mismo contenido: las barbaries que surgen a partir de los actos bélicos a los que son sometidos tanto civiles como militares implicados, la diferencia es que Krieg dem Kriege surge como protesta, como denuncia ante las ejecuciones cometidas durante este periodo. Las fotografías de Abu Ghraib son capturadas como muestra del “normal” funcionamiento y comportamiento de los militares hacia los prisioneros, a tal punto de sonreír y posar frente a la cámara mientras algún iraquí es torturado. La connotación de la imagen entonces cambia; sin embargo, Morris utiliza estas imágenes para recobrar la denuncia que las mismas proponen. El documental a su vez propicia una mirada al otro lado de la moneda: la reconstrucción de la historia no sólo sugiere una interpretación hacia la imagen, sino a las versiones de los militares que estuvieron presentes durante lo ocurrido.

Por lo anterior, Morris logra una minuciosa replantación de los acontecimientos; “alterando indeleblemente nuestra percepción sobre la no-ficción, presentando ante la audiencia lo mundano, lo bizarro y haciendo historia con su distintivo élan”[3] como lo describe la biografía del website oficial, el documentalista que ha tomado la palabra y se ha posicionado frente al tema, lanza una noción no sólo sobre el contexto de las fotografías tomadas en ésta prisión, sino que juega además con el impacto visual que generan tanto las imágenes de archivo, como las creadas para el mismo documental. Standard Operating Procedure recrea de manera impecable los relatos que los sargentos narran en las entrevistas concebidas para su realización, por medio de un incomparable equipo de producción, algo que no se había visto nunca en un trabajo visual de tipo no-ficción. Morris realiza un seguimiento a la vida de estos soldados durante su estadía en la prisión, la manera en que se ejecutaban los actos y a su vez registra las versiones sobre la significación que estas acciones tienen para quienes las realizaron.

La versión de Tim Dugan, uno de los interrogadores a civiles de Abu Ghraib, es la que inicia el documental. El sargento supone que muchos de los actos cometidos en la prisión, fueron realizados por una obligación social; porque cuando se está en guerra las normas cambian y lo que se entiende por moralmente malo o bueno puede variar: “fue una cagada colectiva, sin duda nunca había visto nada parecido. Nunca creí que vería tantos soldados americanos tan deprimidos y con la moral tan baja. Fue increíble todo. Tienes que darte por muerto y si regresas eres un cabrón con suerte. Pero si estás allí y te das por muerto haces la mierda que haga falta.” Esto tal vez demuestre que los soldados, a pesar de considerar “normal” en Abu Ghraib el trato que le daban a los prisioneros y pese a que la tortura estaba estipulada como funcionamiento interno, sabían que realmente siempre iba a estar la incertidumbre de que todo saliera a la luz ocasionando un daño colectivo, no sólo para los sargentos involucrados, sino para la imagen del país que representaban.

Por esa misma razón, cuando todo se destapó “la reacción inicial del gobierno consistió en afirmar que el presidente estaba asqueado con las fotografías, como si el horror recayera en ellas, no en lo que exponen (…)” como lo presenta Sontag en su ensayo Ante la tortura de los demás: a pesar de que Bush, quiso evitar la palabra “tortura”, reconoció a los prisioneros como “combatientes ilegales” por lo que no había derechos que los ampararan y su primera reacción fue frente a las fotos y no a los actos que ahí se demostraban, los sargentos que estaban a cargo de la prisión, por lo que muestra el documental, sí lo alcanzan a reconocer. Es el caso de Sabrina Harman, especialista de policía militar y Lyndie England, encargada de operaciones privadas, quienes, como lo escribe Harman, estaban en “el espacio y lugar incorrecto”. Sin embargo, como lo resalta Brent Pack, el agente especial de investigación criminal, delegado para toda la recolección de las imágenes producidas en la prisión “las fotografías son lo que son. Pueden interpretarse de forma distinta pero una foto muestra lo que hay. Puedes añadirle otro sentido pero estás viendo lo que pasó en ese preciso instante. Se puede percibir emoción en los rostros y sentimientos en sus miradas (…)”

Los soldados, como lo demuestran sus versiones, sabían que algo andaba mal en el funcionamiento de la prisión, no obstante, quedaron disconformes ante la sentencia convenida como lo afirma la sargento Harman: “intentaron acusarme de la destrucción de una propiedad del gobierno, cosa que no entiendo, y de maltrato por sacar fotos de un muerto. Si está muerto, no entiendo cuál es el maltrato” y uno de los interrogadores de inteligencia militar, Roman Krol: “me cayeron diez meses de cárcel, me degradaron a soldado raso y me castigaron por mala conducta. Más que castigarme esa sentencia me humilló. Ocho meses en la cárcel por echarle agua a alguien. Es humillante. La gente se ríe de eso.” Esto puede obedecer a que en primer lugar y como se afirma en el documental, la presión que los soldados realizan a los prisioneros es lograda, sobre todo, porque se antepone una cultura sobre otra. Los prisioneros quedan subyugados ante la cultura occidental y más específicamente, al imaginario construido por las fuerza armadas de los Estados Unidos sobre la noción de “construcción de país”: “el corazón de Estados Unidos son sus fuerzas militares y de ellos depende que ningún terrorista los ataque”. Esta conmoción creada puede excusar cualquier acto que algún soldado desea hacer puesto que es por “el bien de su país”. En segundo lugar, según las versiones de los mismos soldados, se sabe que las reglas en la guerra cambian y esto se puede convertir en otra excusa para hacer lo que se tenga que hacer sin salir afectado. Pero las normas retornan a su significado real cuando todo sale a la luz pública; “Las fotografías sólo muestran una fracción de segundo. No ves las causas ni las consecuencias. No ves más allá del encuadre.”[4]

Lo paradójico de todas las acciones ocurridas en Abu Ghraib, es que no fue gracias a las torturas, a los interrogatorios ni a los procedimientos ordinarios de ejecución que lograron capturar a Husseim. La guerra sin fin que el gobierno Bush propició en Medio Oriente, sólo ha causado conmoción a tal punto de reconocer como terroristas sin justificación alguna a muchos civiles iraquíes y torturarlos con el objetivo de sacar información la mayoría de veces inservible para las investigaciones. Aún reconociendo la gran falla que desde Inteligencia Militar, hasta soldados que cuidaban los pasillos de Abu Ghraib, estaban realizando, la sentencia se quedó demasiado corta y las excusas del presidente Bush sólo dieron razón de algo que Sontag argumenta en su ensayo Ante la torturar de los demás: “Estados Unidos se ha convertido en un país en el que las fantasías y la ejecución de la violencia se tienen por un buen espectáculo, por diversión”[5].

Por esa razón, y haciendo énfasis en el eufemismo que lleva por nombre el documental, el juicio final sobre los atroces actos cometidos en la prisión y capturados por los mismos soldados sólo pudo resolver que: “si se hiere a alguien físicamente estamos ante un acto delictivo. Obligar a que alguien adopte posturas sexuales humillantes también (…) El individuo con los cables atados a las manos y de pie sobre una caja: Procedimiento ordinario de ejecución. De eso se trata. Las bragas en la cabeza son un toque añadido, pero tan sólo es privación del sueño. No estaban siendo torturados per se” así lo señala Brent Pack, el especialita encargado de investigaciones criminales. El proceso ordinario de ejecución, recae en la paradoja; coincidencialmente, en las fotografías que fueron tomadas bajo este eufemismo, no aparecen soldados implicados; y si bien, el gobierno Bush dio una repuesta ante lo ocurrido, quedaron variantes que Morris supo utilizar para la reconstrucción de la historia. Al retratar los dos lados de la moneda: lo que en sí misma muestra la fotografía y la versión que sus autores tienen sobre ella, construye una realidad oculta haciendo un descubrimiento insospechable; con este documental, no hay lugar para la distorsión, para el embellecimiento de las palabras, no caben los eufemismos; no se dice la última palabra, pero es una muy acertada forma de ver lo que la historia nos muestra.

Tal y como en otras épocas se lo propusieron asociaciones como la Farm Security Administration, Morris retrata la vida de estos sargentos después de lo ocurrido en Abu Ghraib, mostrando una intencionalidad específica: quienes realmente pueden llegar a tener la última palabra sobre lo ocurrido en la prisión, son los soldados involucrados. El gobierno de Bush, con sus versiones tergiversadas y mostrado preocupaciones alternas a lo que realmente es relevante dentro de todo este caos, no puede hacerse responsable de la gran connotación que tanto las imágenes como los relatos muestran. La historia resuena en sí misma a partir de este documental; ahora las imágenes no se exponen sólo como un registro de lo transcurrido en la prisión. Standard Operating Procedure da una visión que ningún otro medio ha sabido o querido dar sobre este caso, porque al parecer, para Estados Unidos, cualquier acto que genere conmoción o terror debe ser evadido para no alterar la aparente normalidad.

“Al este de Abu Ghraib había un enorme bosque de palmeras. Unos cinco o diez minutos después del amanecer millones de pájaros alzaban el vuelo desde las palmeras (…) Así que al menos empezaba el día, cada día, observándoles alzar el vuelo y al menos pensaba que, en este mundo, algo seguía normal.” Tim Dugan interrogador a civiles de la CACI

[1] SONTAG, Susan, Ante el dolor de los demás. Colombia: ALFAGUARA, 2003, p 29
[2] Ibid., p 49
[3] Página del documentalista Errol Morris [En línea] http://www.errolmorris.com/biography.html [citado en 01 de mayo de 2009]
[4] Megan Ambul Graner, sargento implicada en los actos cometidos de Abu Ghraib.
[5] SONTAG, Susan. Ante la tortura de los demás. En: El Malpensante, Colombia: (16 al 31 de jul., 2004) p. 27

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