viernes, 22 de mayo de 2009

Standard Operating Procedure por María Andrea Díaz

Parece inevitable recordar los espasmos electrónicos que dan comienzo a Extreme Ways, uno de esos singles desinteresadamente pensados por Moby para sonar, si se quiere, en una película de espionaje y acción como las de James Bond, cuando vemos en pantalla a los militares estadounidenses entrevistados de frente, con ojos que delatan una postura pensativa, en el ultimo documental de Errol Morris sobre otro de los tantos archivos motivo de escándalo en la última década, también patrimonios de la humanidad: las fotografías de Abu Ghraib, Iraq.Se trata de un documental de recreación, que más allá de pagar factura como la película de ficción o el dramatizado de eventos reales, como lo pregonaron algunos críticos en un primer momento, apelando a unas reglas que nadie sabe de donde salieron y quizá desde una interpretación que no considera otras herramientas de las que puede valerse un producto audiovisual como el documental, pretende “contar la verdad del horror de la política actual en Estados Unidos”, en palabras de su director, apoyándose tanto en el contenido de las fotografías, como en la reconstrucción y representación de los hechos, a partir de los relatos hablados en presencia de una cámara por un mecanismo llamado interrotrón, que permite al personaje responder al público con la atención de su mirada, mientras no pierde de vista el rostro de quien conduce el hilo de la charla.Especulando sobre sus logros, el film no es más que la cosecha de un conjunto de cavilaciones personales sobre los Procedimientos Standard de Operación o Razón de Estado, este último término atribuido a Nicolás Maquiavelo “para referirse a las medidas que ejerce un gobernante para preservar” el orden amenazado, de aquellos suboficiales y militares de bajo rango, responsables de algún modo, de los atropellos a los prisioneros iraquíes dentro de la complicidad de un colectivo de personas inexpertas, sin la madurez psicológica necesaria y propia de los veteranos para lidiar con los avatares de una guerra, que como todas las libradas hasta nuestros días, no vale ni la angustia ni el sacrificio de una vida, que al fin y al cabo tampoco es nuestra, por más que nos contorsionemos para creerlo entre las risotadas y el bullicio de la multitud. “¿Je suis l’autre?”

Dejando de lado aquellas apreciaciones quizá demasiado personales, siempre es bueno saber de personajes como Morris en el panorama de las grandes ligas, parados sobre un precepto de resistencia que acepta como absolutamente relativa la postura propia, pero que defiende sin titubeos la idea de “uno debería hacer películas por convicción”, aunque al final nos quede la sospecha de sombras y fantasmas moralistas.
&
Parece inevitable recordar los espasmos electrónicos que dan comienzo a Extreme Ways, uno de esos singles desinteresadamente pensados por Moby para sonar, si se quiere, en una película de espionaje y acción como las de James Bond, cuando vemos en pantalla a los militares estadounidenses entrevistados de frente, con ojos que delatan una postura pensativa, en el ultimo documental de Errol Morris sobre otro de los tantos archivos motivo de escándalo en la última década, también patrimonios de la humanidad: las fotografías de Abu Ghraib, Iraq.Se trata de un documental de recreación, que más allá de pagar factura como la película de ficción o el dramatizado de eventos reales, como lo pregonaron algunos críticos en un primer momento, apelando a unas reglas que nadie sabe de donde salieron y quizá desde una interpretación que no considera otras herramientas de las que puede valerse un producto audiovisual como el documental, pretende “contar la verdad del horror de la política actual en Estados Unidos”, en palabras de su director, apoyándose tanto en el contenido de las fotografías, como en la reconstrucción y representación de los hechos, a partir de los relatos hablados en presencia de una cámara por un mecanismo llamado interrotrón, que permite al personaje responder al público con la atención de su mirada, mientras no pierde de vista el rostro de quien conduce el hilo de la charla.Especulando sobre sus logros, el film no es más que la cosecha de un conjunto de cavilaciones personales sobre los Procedimientos Standard de Operación o Razón de Estado, este último término atribuido a Nicolás Maquiavelo “para referirse a las medidas que ejerce un gobernante para preservar” el orden amenazado, de aquellos suboficiales y militares de bajo rango, responsables de algún modo, de los atropellos a los prisioneros iraquíes dentro de la complicidad de un colectivo de personas inexpertas, sin la madurez psicológica necesaria y propia de los veteranos para lidiar con los avatares de una guerra, que como todas las libradas hasta nuestros días, no vale ni la angustia ni el sacrificio de una vida, que al fin y al cabo tampoco es nuestra, por más que nos contorsionemos para creerlo entre las risotadas y el bullicio de la multitud. ¿Je suis l’autre? Dejando de lado aquellas apreciaciones quizá demasiado personales, siempre es bueno saber de personajes como Morris en el panorama de las grandes ligas, parados sobre un precepto de resistencia que acepta como absolutamente relativa la postura propia, pero que defiende sin vacilaciones, quizá después de manotear entre brumas de incertidumbre, la de “uno debería hacer películas por convicción”, por muy inocuo o sospechoso que pueda parecer imaginarse a estas alturas del partido, la lucha de un mal inminente en nombre del bien universal que nos protege, cuando ambos se codean aquí y allá funcionando como bombas de agua, de ese espectáculo magnifico y monstruoso que no deja de ser el río insondable de la existencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario