En 1983, las Naciones Unidas declararon como jóvenes “a todas las personas que tienen entre 15 y 24 años”, es decir, a quienes están entre la pubertad y la edad adulta. Pero, ¿cómo definir el término “joven” sin la existencia de su antónimo, “viejo”? Tomaremos por viejo a todo aquel que vive en el pasado, al que cree que todo funciona a la perfección con el sistema empleado hace años pero sobre todo llamaremos así a quien se niegue a reconocer la validez de los pensamientos de los jóvenes sólo porque estos no tienen la “experiencia” suficiente para opinar.
Ser joven es tener ideas nuevas y querer cambiar lo que no está funcionando; sin embargo, no basta con creerlo, la responsabilidad de los “nuevos adultos” es actuar, llevar esas ideas y esos cambios a la práctica. Está en nuestras manos aquella labor que suena a frase de cajón: cambiar el mundo.
Una muestra de la importancia del contraste entre lo viejo y lo joven se dio en la última elección presidencial en los Estados Unidos. Un hombre negro de 47 años le ganó a uno caucásico de 72. Y lo que todos llamaron “triunfo racial” fue, en realidad, un triunfo de la juventud[1], pues de las personas que votaron teniendo en cuenta la edad de los candidatos, el 78% lo hizo por Barack Obama.
Se ha perdido el prejuicio de la experiencia como sabiduría. En nuestro país tenemos ejemplos claros de eso. Juan Carlos Abadía, gobernador del Valle del Cauca, cuenta con apenas 30 años. El alcalde de los caleños, Jorge Iván Ospina, tiene 43 y Andrés Felipe Arias, posible candidato para el periodo presidencial 2010-2014, tiene 35.
Aunque tienen más de los 24 años estipulados por la ONU para ser llamados jóvenes, si tenemos en cuenta la distinción entre este término y el de “viejo” se podría decir que al encasillar a sus oponentes dentro de los viejos, ellos entrarían a ser parte de los “jóvenes”. En un mundo como el político para el que hay que estar muy preparados -los retos que implica son innumerables- tener esas edades es poco común. Y es por eso que considero jóvenes a quienes he mencionado. La universidad la terminan aproximadamente a los 22-23 años, y si van a hacer un doctorado tardan 5 años más, y de ahí a aspirar a un cargo como el que ocupan, o desean ocupar se supone que deberían haber pasado por otros de menor rango. Además los podemos llamar jóvenes porque sus políticas contienen ideas innovadoras que incluyen a la juventud, un sector de la población, antes olvidado.
De hecho, en la campaña de Obama fue necesario el apoyo de los jóvenes. Mark Strama atribuye el éxito del actual presidente con la juventud a que “… este candidato los ha tomado en serio. Ha demostrado un interés genuino en ellos. En los temas que les preocupan. Tiene la capacidad de atraer su atención. Aquí, en Austin, su campaña abrió una oficina en el campus de la universidad además de la que tienen en el centro. Las otras campañas no hacen esto porque les cuesta dinero. Obama, si. Y los jóvenes le han correspondido. Ahí están los estudiantes realizando trabajo voluntario con el compromiso de llevar gente a votar el día de las elecciones.”[2] Y a la misma estrategia apela Arias al declarar: “pretendo generar una auténtica revolución a favor de todos los jóvenes, de las generaciones venideras”[3].
Pero la responsabilidad no implica necesariamente aspirar a cargos públicos, el simple hecho de participar en la toma de decisiones por medio del voto contribuye al cumplimiento de nuestros deberes. No tenemos que convertirnos en candidatos presidenciales de ningún país, pero sí tomar partido, leer sobre todos los aspirantes y exigirle a quienes hemos elegido que cumplan con lo que prometieron.
Para Luis Alfredo Gómez Guerrero, miembro fundador de Calivive, los jóvenes tenemos una vía para mejorar nuestra ciudad “… el derecho. No la rebelión, aunque cuando estaba en la universidad salí muchas veces a marchar. Pero eso no sirve.” Así, “desde afuera” logró junto con varios amigos reunir firmas para la revocatoria al mandato de Apolinar Salcedo. Y aunque no funcionó, declara que: “logramos despertar a la gente, y marcar el precedente de que en Cali los jóvenes no vamos a permitir que se sigan aprovechando”. Y ese es solo un ejemplo de lo que se puede hacer, ya sea protestando o haciendo uso de los mecanismos de participación se construye ciudad, país, y tal vez lo más importante “identidad”. Como Calivive, hay muchos grupos en nuestra ciudad de jóvenes trabajando, tanto en política como en obras sociales, “un techo para mi país Colombia” es otra muestra de eso.
Se asocia constantemente con el término juventud a la música, a la diversión y a la libertad; pero actualmente estamos demostrando que la responsabilidad también nos pertenece. Que estamos manejando el hecho de convertirnos en ciudadanos, y que nos estamos cansando del mundo que nos han impuesto los mayores (los “viejos”). Incluso quienes toman las decisiones se dieron cuenta del valor agregado que implica tener a la juventud de su parte.
Hoy en día, la juventud no es sinónimo de ignorancia, podemos tomar como derecho y como deber hacer de nuestras ideas una realidad, y si no hemos de cambiar el mundo por lo menos seguiremos intentando mejorar el nuestro. Desde ahora nos estamos preparando para enfrentar los retos que vendrán más adelante, cuando seamos “nuevos adultos” y debamos actuar “desde adentro”.
[1] Tomado de http://www.diariodirecto.com/internacional/2008/11/05/edad-obama-factor-decisivo
[2] Tomado de www.exonline.com.mx
[3] Tomado de www.elpais.com.co
[1] Tomado de http://www.diariodirecto.com/internacional/2008/11/05/edad-obama-factor-decisivo
[2] Tomado de www.exonline.com.mx
[3] Tomado de www.elpais.com.co
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