viernes, 10 de abril de 2009

Cali: ciudad sin identidad, sin identificados por Lina M. Sánchez C.

Un verso a Cali que ha contemplado mis pasos
Un verso a Cali que ha calmado la sed de sus árboles con mis lágrimas
Un verso a Cali, ciudad que se ha alimentado de hombres porque ellos así lo han decidido.
Un verso a Cali…
Verónica, hace dos años, decidió irse. Dejó de pisar el suelo que era cómplice de sus pensamientos, de la infinita locura que diariamente la acorralaba. No lo hizo por ingratitud. Al igual que muchos que empezábamos a poner los pies en la tierra, decidió irse porque sentía que Cali ya le había cerrado las puertas. No la juzgo, yo también decidí hacer lo mismo.

Verito recorría las calles caleñas, fijándose en ese suelo que siempre pasa por desapercibido para muchos; creía que así le agradecía que se alimentara de sus terribles delirios. De camino hacia el único amor que ha tenido en su vida, el teatro, dispersaba su mente pensando en ese centro donde “nuestro padres ganaron la guerra y nosotros ganamos la paz”. Era ahí donde ella sentía que “se vivía la guerra y se vivía la paz”. Cree aún, estando lejos, que su ciudad está sentenciada por nuestras burlas, nuestros gritos, nuestras quejas, porque vemos a Cali como un espacio lleno de tierra y cemento. Creemos que esta ciudad que pierde su esencia con los años y se convierte paulatinamente en un lugar sin identidad, no nos compete; como si fuéramos ajenos a ella.

Juan David, creció viendo a Cali como la ciudad del guaguancó. Se alimentó de recuerdos que nunca vivió, sobre una ciudad que se convertía en solar, sobre una Cali, que se convirtió en calabozo, sobre un Caliwood distorsionado. Considera al igual que Verónica, que la obra de Andrés Caicedo, que ahora ronda en cada esquina, es actualmente, un lugar común: no significa nada. Cree que Caicedo se ha convertido en un ser descontextualizado, le han arrebatado la significación de su obra. Cree que Cali, distorsiona las ideas y las maneja según su propia conveniencia.

Juan, ve que las grandes construcciones de hace más de un siglo, que se extienden a lo largo de este suelo, y que según él, alguna vez fueron símbolo de civismo y cultura, ahora son sólo manifestaciones del horror “ladrillos puestos en un perfecto orden que refugian a mil gandules con sus familias y comercios ilegales”

Un profesor, asigna a su clase, la tarea de hablar sobre la juventud caleña: ¿Qué significa ser joven actualmente en Cali? Y sin que él lo note, las miradas empiezan a chocar. Entre sus estudiantes empieza a rondar la pregunta: “¿Cómo así?” Se empiezan a escuchar los comentarios “¡qué mamera hablar de eso!” “Pero eso es algo muy global, ¿cómo lo abarco?” Además, después dice que no podemos abarcar el texto a partir de generalidades, y nosotros, que no estamos acostumbrados a observar con detenimiento nuestra realidad, nuestra ciudad, y la vemos como un simple suelo, quedamos más confundidos.

Pues bien, igual tengo que responder esa pregunta, pero confieso que cuando se me ocurre mirar con detenimiento a “las personas del futuro” de mí ciudad, surge un eco en mi cabeza. Al igual que Verónica y Juan David, quienes son amigos míos, considero que la juventud de Santiago de Cali, ha tergiversado toda una tradición, ha distorsionado el pasado, para excusar la manera en que piensan; o en el peor de los casos, se han olvidado de ese pasado.

El eco surge no sólo, por lo que significa ser joven ahora, sino por lo que Cali quiere que sean los jóvenes, y por lo que les ofrece para serlo. Puedo decir que por un lado, ser joven en Cali, es salir de fiesta desde el jueves a la sexta, Granada, al Parque del Perro; por otro lado, es ir al TEC (Teatro Experimental de Cali), a Lugar a Dudas, ir a San Antonio, ir al Cali Underground que organiza cada año la Secretaría de Recreación, participar en las marchas contra los circos, ser parte del grupo antitaurino. Lo que para un grupo de jóvenes, significa ir a Granada un viernes a bailar, para otros se puede convertir en ir a Univalle un viernes hasta que lo saquen. En conclusión, ser joven ahora podría significar pertenecer a un grupo, poder encasillar. Lo que hace que un joven se sienta útil, es identificarse con algún rótulo social.

Sin embargo, Cali espera que nosotros seamos el futuro de la ciudad; espera que el silencio que caracteriza a los caleños, sea roto por alguien joven, que traiga ideas nuevas. Cali espera “líderes, comprometidos con la patria”, espera que el civismo por el que alguna vez sobresalió, sea recuperado por nosotros. Cali espera que la solución a todos sus problemas, sean los jóvenes. ¡Qué terrible falla! esperar que nosotros seamos la solución, cuando es Cali la que nos cierra las puertas al querer solucionar sus problemas.

Ser joven actualmente en Cali, no está ligado específicamente a lo que es Cali. No está ligado a lo que nos ofrece, no es un crecimiento conjunto entre la ciudad y el joven, no nace del amor que sentimos por la ciudad. Por eso, no juzgo las preguntas y los comentarios que surgieron el día que a un profesor se le ocurrió hacer esta pregunta. Porque Cali, ha dejado de ofrecerse para ser conocida, ha dejado de ser intrínseca a nuestro ser. No juzgo el hecho de que ahora, se escuche más vallenato y reggetton, que salsa. No juzgo el hecho de que el TEC ya no se llene, y que seamos muy pocos los que disfrutemos lo mínimo que nos ofrece la ciudad. No juzgo que veamos a Cali como un lugar vacío, como un espacio que sólo alberga piedra, tierra y cemento.

Para ser joven en esta ciudad, no se necesita conocerla de antemano; actualmente las tribus urbanas que se forman, son lo único que necesitan los jóvenes para sentirse útiles en la sociedad. Útil en el sentido de sentirse pertenecientes a un espacio, sentirse partícipes de algo. ¿Acaso los emos, representan en algo a Cali?, ¿Los jóvenes que van a la sexta, son Cali? A nosotros no nos importa si nos reconocen como caleños; nos importa ser reconocidos dentro de un rótulo social, que no necesariamente va ligado a esas costumbres de la “Sucursal del Cielo”. Esta sucursal, se ha quedado sin representantes.

Qué desalentador es, que se sientan más caleños, los jóvenes del pacífico que han sido desplazados. Que sólo porque Cali les ofrece el Petronio Álvarez, sientan ésta tierra; y no les importe que esta ciudad, también les cierre las puertas. Qué desalentador es también, que muchos otros jóvenes que nacieron en Cali, no sepan qué es el Petronio, y que sólo piensen en Cali, como la rumba desenfrenada, como la feria de los diciembres.

Al igual que Verónica y Juan David, pienso que ésta Cali, que se ha quedado sin identidad, no tiene un significado trascendente para los jóvenes; es un lugar más. Sus muros, han reprimido la historia. Ser joven en Cali, no es lo mismo que ser un joven caleño; la diferencia radica en que si eres de los primeros, consideras a esta ciudad como un lugar común; y si eres de los segundos, no existes.

Tal vez, para el profesor que hizo esa pregunta aún no quede claro qué es ser joven actualmente en Cali; sé que he hablado más de la ciudad, que de los jóvenes. Pero es precisamente, porque como lo dije antes, de mi cabeza surge un eco al tratar de unir la palabra Cali y la palabra joven.

…Ciudad donde los desesperados se encuentran entre sí
Angustiados por una vieja sentencia,
Sentencia que al pasar de los años se convirtió en sentencia de desgraciados
Sentencia poco entendida de autoría de un viejo caleño con gracia
Alimentada de luchas, ciegos ocultos y otros no tanto
Cali recibe a diario mil pasos en el pavimento
Pasos en donde marcamos nuestra historia
Pasos que significan Cali.
Verónica Coral.

1 comentario:

  1. De forma: Hay una cantidad innumerable de errores de puntuación, especialmente "comas" mal ubicadas. De resto, todo está bien.

    De fondo: Es difícil criticar una postura sin caer en solipsismos; digamos que como búsqueda de una utopía, su texto plantea una visión aceptable de su realidad.

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