martes, 17 de marzo de 2009

Decir casi lo mismo por Umberto Eco

¿Qué quiere decir traducir? La respuesta inmediata, y más consoladora, podría ser: decir la misma cosa en otra lengua, eso sería así si no fuera porque, en primer lugar, tenemos muchísimos problemas para establecer qué significa "decir la misma cosa", y todos esos problemas se deben a todas esas operaciones que llamamos paráfrasis, definiciones, reformulaciones, por no hablar de la pretensión de la sustitución sinonímica. En segundo lugar, porque ante un texto traducido, no sabemos cuál es esa cosa. E incluso, en ciertos casos, hasta resulta dudoso qué quiere decir decir.

Debemos ir a buscar (para subrayar la importancia del problema de la traducción en muchas discusiones filosóficas) qué es una Cosa en Sí en la Illíada o en el canto nocturno de un pastor errante del Asia, la que debe transparentarse y fulgurar más allá y por encima de cada lengua que se traduzca... o que, por el contrario, no se deja alcanzar por más esfuerzo que se haga en la otra lengua.

Supongamos que en una novela inglesa un personaje dice it's raining cats and dogs. El traductor, pensando en decir la misma cosa traduce literalmente "llueven gatos y perros", cuando deberia traducir llueve a cántaros, o llueve a baldes. Pero, ¿Y si la novela fuera de ciencia ficción y el autor verdaderamente relatara una lluvia de perros y gatos?. Por supuesto, habría que traducirlo literalmente. Pero, ¿Y si el personaje estuviera en camino hacia el consultorio del doctor Freud para contarle que sufre una curiosa obsesión con los perros y los gatos y que se siente mucho más amenazado por ellos cada vez que llueve?. Se traduciría tambien literalmente, pero se perdería el matiz de ese Hombre de los Gatos que también estaba obsesionado por las expresiones idiomáticas. ¿Y si en una novela italiana llovieran gatos y perros, porque el autor no pudo evitar la tentación de adornar su discurso con esos penosos anglicismos? Traduciendo literalmente, el ignorante lector italiano no entendería que se está empleando un anglicismo. ¿Y si después esa novela italiana fuera traducida al inglés, como se recuperaría en ese caso el anglicismo?. ¿Habría que cambiar la nacionalidad del personaje, convirtiéndolo en un inglés con vicios italianizantes, o en un obrero londinense que habla con acento de Oxford?. Eso sería, por cierto, una licencia intolerable. ¿Y si ese it's raining cats and dogs lo dijera, en inglés, un personaje de una novela francesa? ¿Como se traduciría al inglés? Con estos ejemplos se ve hasta que punto es difícil decir qué es la cosa que un texto quiere transmitir, y como transmitirla (...).

En este punto, lo que causa problemas, ya no es tanto la idea de la misma cosa, sino más bien la idea del casi. ¿Hasta que punto puede ser elástico ese casi?. Depende del punto de vista: la Tierra es casi como Marte, en tanto ambos planetas giran en torno al Sol y tienen una forma esférica, pero podría ser casi como cualquier otro planeta que gira en otro sistema solar, y casi como el Sol, ya que ambos son cuerpos celestes, o casi como un globo, o como una pelota. Establecer la flexibilidad y la amplitud del casi depende de los criterios que se negocian preliminarmente. Decir casi la misma cosa es un procedimiento que implica una negociación. En este proceso de negociación participan varias partes. Por un lado esta el texto fuente, con sus direcciones autónomas. De él emerge la figura del autor empírico, con sus pretensiones de control, y toda la cultura en la que el texto ha nacido. Por otro lado esta el texto de llegada, la cultura en la que aparece, con el sistema de captación de sus probables lectores, o con su industria editorial, que proporciona diversos criterios de traducción sobre la base de severos conceptos filológicos o de entretenimiento. Una editorial puede pretender que, en una novela policial rusa, por ejemplo, se eliminen los signos diacríticos para transliterar los nombres de los personajes y permitirle asi al lector individualizarlos y recordarlos con mayor facilidad. (...) Ahora bien, aunque un teorico afirme que no existen reglas fijas para establecer si una traducción es correcta o mejor que otra, la práctica editorial demuestra que, al menos en el caso de errores gruesos e indiscutibles, resulta bastante facil establecer cuando una traducción es correcta. Es solo cuestión de sentido común. Pero claro, eso si entendemos sentido común como un fenómeno que muchos filósofos han abordado profundamente.

En cualquier caso, invito a los lectores a hacer un experimento elemental, pero comprensible: supongamos que le damos a un traductor un texto en francés formato A4, en tipografía Times cuerpo 12, de 200 paginas de extensión y que el traductor nos entrega como resultado de su trabajo, en el mismo formato, 400 páginas. El sentido común nos advertirá que algo no funciona en esa traducción. En ese caso, creo que podemos despedir al traductor casi sin abrir el resultado de sus esfuerzos. Si compro la traducción italiana de una obra extranjera, ya sea un tratado de sociología o una novela, espero que la traducción me ofrezca lo mejor posible esa cosa que estaba escrita en el original. Por cierto me irritarán los errores evidentes de traducción, y mucho más me escandalizará que el traductor haya hecho (por impericia o por censura deliberada) que algún personaje haga o diga algo opuesto a lo que había hecho o dicho en el texto fuente. Eso suele ocurrir en el caso de los volúmenes "adaptados" para niños, al menos, en los que yo leía.

Y cuando he descubierto la verdad leyendo el original, más tarde, no me he sentido ofendido. Pero cuando esto ha ocurrido con una traducción, he sentido que se violaban mis derechos. Se podrá objetar que se trata de convenciones editoriales, exigencias comerciales que nada tienen que ver con la filosofía o la semiótica de la traducción. Pero exijo que a esos criterios jurídico-comerciales se les sume el juicio estético o semiótico. Por otra parte recuerdo una historia que escuche de niño cuando aun estaba fresco el recuerdo de la conquista italiana de Libia y de la lucha, que duró varios años, contra bandas de rebeldes. Se contaba que un aventurero italiano iba con las tropas de ocupación, y que se hacía pasar por intérprete de árabe, sin conocer en realidad nada de esa lengua. Entonces, cuando capturaban a algun presunto rebelde lo sometían a interrogatorio. El oficial hacía una pregunta en italiano, el falso intérprete pronunciaba alguna frase en pseudoárabe, el interrogado no entendía, pero respondía algo (posiblemente que no entendía nada), el intérprete traducía al italiano lo que se le antojaba, que el hombre se negaba a responder o que confesaba todo. En cualquier caso supongo que a veces el farsante sería piadoso, y pondría en boca de su interlocutor frases que lo salvaban. No sé cómo terminó aquella historia, pero desde que la escuché entendí que la traducción es una cosa seria, que exige una ética profesional que ninguna teoría deconstructivista de la traducción podrá anular jamás.

1 comentario:

  1. Hola niños y niñas, o quizá miembros de la escuela de comunicación y demás personas que por aquí paseen...buscando un poco, encontré este ensayo, publicado en el próximo MALPENSANTE. lo quería compartir con ustedes ;) http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=696

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